Javier es, entre otras cosas, un profesor jubilado. Natural de Burgos y casado con una villeguina, es un gran conocedor de la historia del pueblo de su mujer. Especialmente de los elementos arquitectónicos más destacados, pero también de costumbres e historias del pueblo. Presidente de la Asociación Puentipiedra de Villegas, fue el culpable, junto a Pedro (Presidente de la Asociación Amigos de Villamorón), de que visitáramos Villegas y creáramos el Archivo con sus vecinas y vecinos.
Desde la Asociación trabajan para dinamizar el pueblo a través de la cultura, que confiesa con discreción: “no siempre es fácil”.
Sin olvidar la imponente iglesia fortaleza de Santa Eugenia, hay que hablar de un elemento especial, el arco conjuradero, uno de los dos que están en Burgos y uno de los cuatro que quedan en Castilla y León.
El arco conjuradero de Villegas era el lugar desde el que los sacerdotes, principalmente, conjuraban gracias a una serie de oraciones, con la idea de evitar las tormentas que pudieran estropear las cosechas, el recurso económico más importante de estas tierras. Interesante escuchar también, que procuraban la ayuda del campanero para, a través de las campanadas, disolver con las ondas provocadas por estas, las nubes amenazantes.
Justo el día que llegamos a Villegas, coincidimos con una visita teatralizada sobre estos dos elementos arquitectónicos. Javier fue quien explicó a los asistentes, con todo detalle, cada elemento del interior del arco conjuradero, así como el trabajo realizado en su restauración.
Le preguntamos también sobre las bodegas cavadas en sus tierras. Es evidente el pasado vinícola de la población. Nos contó que el vino que se hacía entonces era algo ácido y de cómo, poco a poco, el cereal fue comiéndole terreno hasta prácticamente desaparecer. Es un claro ejemplo de cómo la necesidad el hombre modifica el paisaje y de cómo el tiempo hace su trabajo inevitablemente.