Petra se dedicó durante muchos años a un oficio que ya no existe; llevaba el Teléfono de Yanguas. Era la hija de los alguaciles del pueblo y vivían en la casa donde se instaló el Teléfono. Así, con algo de formación y, sobre todo, con mucho desparpajo y preguntando a las compañeras de oficio de los pueblos cercanos, aprendió el oficio de telefonista.
Su trabajo era conectar con los municipios cercanos, como Huérteles, Trébago, San Pedro Manrique, etc. para que le pusieran en conferencia con ciudades como Madrid o Barcelona.
Mientras, sus dos hijos se entretenían en una de las grandes salas de la casa, que hacía las veces de sala de espera, correteando con el triciclo o haciendo el pino en los sofás.
Eran muchos los vecinos que venían para hablar con sus familiares. Algunos de estos, les daban alguna moneda a los hijos de Petra, ya que muchas veces ayudaban en una de las tareas que suponía gestionar el Teléfono: continuamente debían ir corriendo a avisar a las diferentes casas a pasar avisos como: “en 20 minutos, llama Fulanito”. Pasaban el día llevando recados a los vecinos para que se acercaran al Teléfono.
Hace ya muchos años que se remodeló la casa donde vivió Petra la mayor parte de su vida. Se quitó el Teléfono para convertirse en el ayuntamiento, la escuela y, más recientemente, en la Oficina de Turismo. Sin embargo, Petra y su marido, siguen viviendo en Yanguas y son los vecinos de mayor edad de entre los que residen de continuo en el pueblo.