Aunque nadie lo crea, soy feliz en mi pueblo. Cuando digo donde vivo, el tamaño y los habitantes de mi pueblo, siempre surge la misma pregunta: ¿Pero no te aburres? A lo que yo siempre respondo, con la cabeza muy alta, que no, no tengo tiempo para aburrirme. Todos mis días empiezan de la misma manera. Al despertarme, desayuno rápido y el autobús me espera en la puerta listo para llevarnos al colegio en un pueblo más grande a 25 minutos de mi casa, recorrido que hago desde que tengo 3 años. Cuando terminan las clases y llego a casa, estudio y hago los deberes y, después, hago cualquiera de los hobbies que más me gustan como coser, pintar, escribir, escuchar música, leer… pero nunca me pierdo el paseo por el pueblo. Aquí todo el mundo me conoce y me para cuando nos cruzamos, al ser la única niña que vive todo el año; aunque la gente mayor se confunde y me llama por el nombre de mi madre, pero estoy más que acostumbrada.
Vivir en un pueblo no significa que no haya viajado o que no sepa de tendencias ni de cosas de las ciudades, de hecho a mí me encanta viajar y voy muy a menudo a la ciudad, a demás de los pueblos más grandes de alrededor.
Es un honor poder escribir mi propia historia y enviar el mensaje de que los niños que vivimos en los pueblos también somos felices.
* Texto escrito por la propia Luna (Montejo de Tiermes, 2010)