Cristóbal fue, junto a su mujer Paquita, de los primeros en acercarse a la Bitxa para retratarse en Zuheros. Cada mañana de verano, salen a primera hora del día, a pasear por la plaza antes de que el sol apriete. Son una pareja encantadora.
Cuando llegamos a un nuevo pueblo, montamos la exposición con los retratos de pueblos anteriores, en el lateral de la Bitxa. Y, a medida que vamos haciendo retratos, añadimos los nuevos. Es muy interesante observar como la gente se acerca a la exposición para ver a los que ya hemos retratado. A la gente le gusta ver retratados a sus vecinos y este suele ser un buen reclamo para que ellos también se animen a participar.
En uno de esos corrillos, alrededor de la exposición, oíamos como señalaban y decían los nombres de los fotografiados. Había algo que no nos cuadraba. Cada vez que se referían al retrato de Cristóbal, le llamaban Miguel. Más tarde preguntamos el porqué la gente le llamaba Miguel. Hubo una carcajada. Parece ser que, antiguamente, era tradición que los padrinos o las madrinas eligieran el nombre del recién nacido y así lo registraban. Sin embargo, en algunos casos, si la madre no estaba contenta con el nombre elegido, en casa lo llamaban como ella quería, teniendo así el nombre oficial y el familiar. Así que, parece ser que es habitual, al menos en la provincia de Córdoba, encontrar casos de personas mayores con un nombre en el registro, pero que en el día a día se les conozca con otro. Es más, seguramente son pocos en el pueblo quienes conocen el nombre oficial.
Y este era el caso de Cristóbal, o Miguel.