A Catalina la conocimos en nuestra primera visita a Aras, meses antes de regresar con la Bitxa. Estábamos dando una vuelta por el pueblo con David, uno de los vecinos, cuando vimos a una mujer en su balcón con un telescopio. Nos llamó mucho la atención.
Era Catalina. Sin pensarlo mucho, nos invitó a subir para mostrarnos en qué andaba, y como buenos curiosos que somos, no pudimos negarnos.
En la habitación desde donde estaba asomada, tenía una equipación técnica que era de envidiar. Nos dimos cuenta muy rápido que, lo que estaba pasando en la habitación, no era cualquier cosa. Sobre la cama y la mesa habían varias ópticas, filtros, un trípode motorizado y un montón de instrumental especializado. El ordenador encendido y un círculo casi blanco sobre el fondo negro de la pantalla. Estaba haciendo fotografías al Sol.
Catalina nació en Bârlad, Rumania, durante el régimen comunista, una época en la que la vida era dura. Sin embargo, ella aprendió a salir adelante.
En su tierra, estuvo trabajando, durante unos años, de encargada en un almacén de frutas exóticas cuando, gracias a su prima, que trabajaba en España, tuvo la oportunidad de conocer a quien sería su futuro marido, Juanjo, al que al principio se lo describieron como un “lunático” (en el sentido literal: persona que le gusta la Luna).
Así, en 2002, se vino a España sin conocer ni el idioma ni las costumbres, y conoció a Juanjo. Le gustaron mucho las cosas en las que estaba involucrado, así como su faceta “lunática”, por lo que no se lo pensó dos veces: se quedó, se casaron y dos años después tuvieron un hijo.
Además de dedicarse a la crianza de su hijo, ha estado trabajando en un servicio de limpieza. En todos estos años, ha visto cómo Juanjo estudiaba el sol, y gracias a él ha podido disfrutar de eclipses solares, tránsitos de planetas, auroras boreales o el sol de medianoche, nada mal, desde luego.
Acompañando y observando las maneras de hacer de Juanjo, ha ido aprendiendo y, en los últimos años, es ella misma quien se ha dedicado a hacer un registro del sol utilizando el instrumental de casa.
Nos contó que está implicada en la Red de Heliofísica de Aficionados, donde sigue aprendiendo. Todos los días que puede, graba la actividad solar y la publica en redes sociales. No pierde la oportunidad de fotografiar la luna, los planetas o los cometas, cuando se dan las circunstancias adecuadas.
Hay que decir que el cielo de Vallanca es especial. Están muy orgullosos de él. De hecho, Catalina, lleva un tiempo involucrada en un proyecto enfocado en el cuidado de la contaminación lumínica del pueblo.
Es una mujer que cree en el destino y, por tanto, no tiene miedo a los cambios. Aprender cosas nuevas la motiva para estar al día, y compartir su pasión por la astronomía, como lo hizo con nosotros, es natural en ella.